EL PAISAJE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA CRETÁCICA
Tanto el paisaje como las especies que habitaron nuestra península, la península ibérica, durante el Cretácico inferior, hace entre unos 130 millones de años y 115 millones de años, eran muy diferente a los que que conocemos actualmente. En ese periodo del mesozoico, el último, el territorio de lo que hoy es Europa occidental se encontraba en la latitud que ocupan ahora las islas Canarias, y su régimen climático era tropical, cálido y con una acusada alternancia de periodos húmedos y secos. Las masas vegetales estaban constituidas por helechos arborescentes, cicas -plantas arbóreas parecidas a las palmeras- y coníferas, entre los que habitaba un diverso abanico de especies de reptiles, entre ellas los dinosaurios. Sin embargo, en aquel mundo casi sin flores, apenas sin mamíferos y en el que, en los ríos y lagos de lo que ahora es la península ibérica, aún se podían encontrar pequeños tiburones o incluso celacantos (coelacanthus), algo estaba cambiando. En efecto, el Cretácico inferior constituyó una etapa de cambio en la composición de los ecosistemas continentales y en él se constatan los primeros representantes de muchos de los linajes de organismos que constituirán los elementos predominantes en ecosistemas posteriores: plantas con flores, grupos de peces de agua dulce, cocodrilos con características modernas y las primeras aves estrechamente emparentadas con las formas que conocemos hoy en día.
La información sobre cómo se produjo esta transformación está dispersa en multitud de yacimientos a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo, una parte importante de nuestro conocimiento sobre cada periodo concreto de la historia se basa en el análisis de algunos yacimientos en que se han encontrado fósiles que reproducen las estructuras orgánicas, incluso las más delicadas y frágiles, con un alto grado de fiabilidad.
DOS YACIMIENTOS SINGULARES
Durante el cretácico inferior, en lo que actualmente son los yacimientos de Las Hoyas y el Montsec se instalaron lagos carbonatados que, aunque distantes entre sí casi 400 kilómetros, se desarrollaron en contextos geológicos y climáticos similares. En ambas zonas, al menos ocasionalmente, concurrieron una serie de factores cuya actuación conjunta permitió la conservación de restos poco frecuentes en el registro fósil, lo que nos permite constatar cómo eran los ojos o las antenas de algunos crustáceos, la venación e incluso el patrón de color de las alas en algunos insectos, y la textura de la piel de un dinosaurio o la delicada estructura de las plumas de las aves.
A este tipo de localidades pertenecen los yacimientos españoles de Las Hoyas, en Cuenca, y de la sierra del Montsec, en Lleida. En 1998 se cumplen cien años desde que el geólogo e ingeniero de minas Luis Mariano Vidal citara por primera vez la presencia de fósiles en los yacimientos de la sierra del Montsec. En dambio, la comunidad científica conoce el yacimiento de Las Hoyas desde hace apenas trece años. El análisis de los miles de ejemplares fósiles recogidos hasta la fecha en ambos yacimientos han permitido la identificación de uno de los conjuntos más completos de flora y fauna de ambientes continentales mesozoicos (245-65 m.a.). Hasta el momento, entre las dos áreas se han reconocido más de 200 organismos diferentes, de los que aproximadamente una tercera parte están presentes en ambas. La flora abarca todos los grandes grupos de vegetales reconocidos en el Mesozoico, destacando fósiles poco comunes como restos de gnetales o de algunas de las primeras plantas que presentaban flores. Los abundantes restos de invertebrados representan a distintos grupos de moluscos (gasterópodos y bivalvos) y artrópodos (crustáceos, miriápodos, arañas e insectos). Los vertebrados están fundamentalmente representados por peces, entre los que destacan los tiburones, los celacantos y un nutrido grupo de pequeños teleósteos. Aproximadamente uno de cada mil ejemplares localizados son tetrápodos, entre los que se han reconocido distintos grupos de anfibios, tortugas, lagartos, cocodrilos, dinosaurios no avianos y aves. Muchos de estos ejemplares han venido a rellenar espacios vacíos de información en el registro del Mesozoico, por lo que tienen una gran relevancia para el conocimiento de la historia evolutiva de los linajes a los que corresponden. En este sentido, uno de los grupos de animales emblemáticos para ambas localidades es el de las aves. La historia evolutiva temprana de las aves ha sido tradicionalmente un campo de investigación muy especulativo, dada la ausencia de registro fósil entre Archaeopteryx, el ave más antigua que se conoce y que data de hace unos 150 millones de años, y las aves dentadas del Cretácico superior norteamericano de hace unos 70 millones de años, es decir, 80 millones de años después de que apareciera el Arqueopteryx.
A este tipo de localidades pertenecen los yacimientos españoles de Las Hoyas, en Cuenca, y de la sierra del Montsec, en Lleida. En 1998 se cumplen cien años desde que el geólogo e ingeniero de minas Luis Mariano Vidal citara por primera vez la presencia de fósiles en los yacimientos de la sierra del Montsec. En dambio, la comunidad científica conoce el yacimiento de Las Hoyas desde hace apenas trece años. El análisis de los miles de ejemplares fósiles recogidos hasta la fecha en ambos yacimientos han permitido la identificación de uno de los conjuntos más completos de flora y fauna de ambientes continentales mesozoicos (245-65 m.a.). Hasta el momento, entre las dos áreas se han reconocido más de 200 organismos diferentes, de los que aproximadamente una tercera parte están presentes en ambas. La flora abarca todos los grandes grupos de vegetales reconocidos en el Mesozoico, destacando fósiles poco comunes como restos de gnetales o de algunas de las primeras plantas que presentaban flores. Los abundantes restos de invertebrados representan a distintos grupos de moluscos (gasterópodos y bivalvos) y artrópodos (crustáceos, miriápodos, arañas e insectos). Los vertebrados están fundamentalmente representados por peces, entre los que destacan los tiburones, los celacantos y un nutrido grupo de pequeños teleósteos. Aproximadamente uno de cada mil ejemplares localizados son tetrápodos, entre los que se han reconocido distintos grupos de anfibios, tortugas, lagartos, cocodrilos, dinosaurios no avianos y aves. Muchos de estos ejemplares han venido a rellenar espacios vacíos de información en el registro del Mesozoico, por lo que tienen una gran relevancia para el conocimiento de la historia evolutiva de los linajes a los que corresponden. En este sentido, uno de los grupos de animales emblemáticos para ambas localidades es el de las aves. La historia evolutiva temprana de las aves ha sido tradicionalmente un campo de investigación muy especulativo, dada la ausencia de registro fósil entre Archaeopteryx, el ave más antigua que se conoce y que data de hace unos 150 millones de años, y las aves dentadas del Cretácico superior norteamericano de hace unos 70 millones de años, es decir, 80 millones de años después de que apareciera el Arqueopteryx.
DINOSAURIOS EMPARENTADOS CON LAS AVES DE ESPAÑA
Las primera evidencias significativas que venían a rellenar esta ausencia de información se descubrieron en el yacimiento de Las Hoyas a mediados de los años ochenta. Hasta la fecha este yacimiento ha proporcionado restos de tres géneros diferentes de aves primitivas, lo que indica que los ecosistemas continentales españoles de hace unos 120 millones de años estaban ya poblados por una avifauna relativamente diversificada. El único ejemplar conocido de Iberomesornis (ave intermedia de Iberia) fue hallado por un aficionado conquense, Armando Díaz Romeral (al que debe su nombre científico; iberomesornis romerali). El análisis funcional del esqueleto de esta ave sugiere que no debía de tener la misma capacidad de maniobra que las actuales, especialmente durante el aterrizaje y el despegue. Iberomesornis también indica que las
primeras estructuras esqueléticas aparecidas del aparato volador de las aves son aquellas que permitieron adquirir unos mínimos necesarios para la ejecución de un vuelo activo. Este proceso fue favorecido por una tendencia hacia la disminución del tamaño: dromeosaurios, entre 500 y 25 kilogramos; Archaeopteryx, entre 500 y 200 gramos; e Iberomesornis, 20 gramos. La facilidad de vuelo de una animal está en proporción inversa a su masa corporal.
Los otros dos géneros de de aves de Las Hoyas, Concornis y Eoalulavis, pertenecen al grupo de las enantiornitas, un conjunto de aves cretácicas, actualmente extintas, de las que se han encontrado restos por todo el mundo. El espécimen de Eoalulavis (ave con álula primigenia) contienen información paleobiológica de gran relevancia. Conserva evidencias de su contorno corporal y de las plumas de las alas (arriba), tanto las remeras primarias y secundarias, como el álula más antigua que se conoce. Su cavidad torácica contiene minúsculas partículas de esqueletos de crustáceos, probablemente procedentes de su última comida. Ésta es la evidencia más antigua que se tiene sobre la dieta de las aves. Parece indicar que los hábitos de Eoalulavis serían semejantes a los de las actuales aves limícolas, que recorren las orillas de ríos y lagos en busca de los pequeños animales que constituyen su alimento.
El yacimiento del Montsec ha proporcionado evidencias de una avifauna de edad comparable a la de Las Hoyas, a través de plumas aisladas y restos esqueléticos, representados por el género Noguerornis y un espécimen juvenil de enantiornita. Este ejemplar contiene el único cráneo de un ave mesozoica descubierto en España. De su estudio se desprende que estas aves cretácicas combinaban una estructura craneal primitiva -por ejemplo, todavía tenían dientes- con otras estructuras esqueléticas -cinturas y extremidades- avanzadas, muy eficaces para el vuelo. Sus huesos largos presentan un alveolado característico en su capa más externa, algo que aparece de forma semejante en las aves actuales. Esto sugiere que los patrones posnatales de crecimiento de estas aves antiguas serían comparables a los de las contemporáneas.+
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